¿Quién está ahí?


Charles Nemo ©1997

Dentro de la Cámara Ritual, la suave luz del brasero hace bien poco para disipar la oscuridad.

Me encuentro ante el Baphomet y a lo largo de la ceremonia suspendo conscientemente mi escepticismo en la realidad de Satán y de los infernales demonios del Averno.

Pero como suele suceder cuando menos hablo, siento la presencia de alguien ahí, alguien escuchando, alguien observando.

Siento un interés benevolente y una extraña sensación con esta presencia, mientras continúo realizando el ritual y me dirijo a Satán, me dirijo a la presencia que siento pero que no veo. Siempre que termino tal ritual tengo la profunda sensación de haberme comunicado con alguien y esta comunicación es significativa y no está atada por las limitaciones impuestas por las palabras que fueron pronunciadas.

Es más, cuando he tenido estas experiencias en rituales en grupo, los otros individuos reportan constantemente la misma sensación de una presencia. Al hablar con distintos Satanistas me doy cuenta que han sentido esta curiosa comunicación. Entonces, ¿qué es lo que está sucediendo? Nuestra religión se basa sólidamente en la duda, no en la fe. Hemos rechazado deidades externas para así poder reconocer nuestra divinidad personal en el momento presente. Nos deleitamos en el poder de creer solo cuando estamos dentro del marco de un ritual, y abandonamos la creencia una vez que el ritual ha terminado. Encendemos el interruptor de la razón. Elegimos ser magos, no creyentes.

Sin embargo, en el ritual, esta experiencia sigue repitiéndose, como un persistente gato que entra. He ahí la sensación de que hay alguien en el ritual, y que una vez llamado, ha llegado de visita.

Me he dado cuenta que desde 1966, quienes han tenido esta experiencia han llegado a dos conclusiones. Lo rechazan como una mera fantasía —lo cual no tiene nada que ver con la intensidad de la experiencia —o bien lo toman como una creencia —lo que ignora la ambigüedad de la experiencia. Me preguntaba si no habría una tercera opción.

Experimentando con los elementos de un ritual descubrí que existen varios factores que parecen producir dicha sensación. El primero es la oscuridad. Cuando he dirigido un ritual con dos o más velas alumbrando la cámara, no he sentido esta presencia fantasmal.

Si la cámara está débilmente iluminada por una lámpara de aceite que apenas alumbra, o bien si está en una oscuridad total, entonces sí que siento la presencia de otro. El segundo factor es la expectativa que hay entre la palabra y la acción.

Cuando inicio el ritual de la manera apropiada y me dirijo a Satán como si estuviese presente y escuchando, se da el fenómeno de sentir que hay alguien presente.

Obviamente, todo esto podría explicarse con la sugestión. La oscuridad de la cámara suaviza las formas que veo y las hace más difusas, de manera que se activa el aspecto de mi mente que impone un orden sensorial, para darle sentido a lo que percibo. Es la misma acción que ejecuta nuestra mente cuando decimos que nuestros ojos “nos engañan”. Un ejemplo de esto sería cuando vamos conduciendo un auto y apenas podemos distinguir los objetos que hay en la carretera. Mientras nos acercamos, parece tener la forma de un animal, hasta que nos aproximamos y nos damos cuenta que no es más que una caja de cartón. Al suspender mi escepticismo en el contexto de un ritual, ciertamente estoy entrando en el mundo cuasi-onírico de la imaginación, donde la mente crea nuestras impresiones. De esta manera la experiencia podría ser nada más que una forma de auto hipnosis.

Sin embargo, investigando más a fondo, me preguntaba exactamente cómo es que soy consciente de la presencia durante el ritual. Normalmente, no veo cosa alguna (como una sombra). Tampoco escucho voz alguna, o cosa por el estilo. Tampoco hay olores, ni sabor, ni tacto. Sin embargo, de alguna manera sigo sintiendo lo mismo. Cómo?

Comencé a experimentar en el ritual. Invocaba la presencia y entonces (con todo el sentido del humor posible) me preguntaba cómo diablos sabía que allí estaba dicha presencia. ¿Qué era esa sensación y cómo sabía de ésta?

En cierto momento decidí que debía ser esa peculiar sensación de escucha la que podía detectar la presencia física de los objetos que se hallaban en derredor. Los ciegos han demostrado tener una notable aplicación de cierto “aparato de sonar” para sentir la presencia física de objetos y personas a su alrededor gracias a una sutil percepción de sonidos. Pero me di cuenta que no sentía que el visitante tuviese una específica ubicación física. No era tan sencillo.

Finalmente, me di cuenta que hay una diferencia peculiar entre cómo percibía que estaba solo, y cómo cuando se hallaba presente otra persona. Si estás en una habitación y entra alguien que es importante para ti (por ejemplo, un amigo) se activa cierto tipo de “interruptor” físico que puedes sentir. No sentirás lo mismo si entra alguien que carece de toda importancia y que no necesita grado alguno de interacción social (como un extraño que entra a un sitio donde te hayas leyendo un libro). Esta sensación de socialización, de prepararse a uno mismo para interactuar con otra persona, era exactamente lo que había estado experimentando como el fenómeno del visitante.

Sin embargo, ni siquiera esto ha respondido la pregunta definitiva. Después de todo, ¿estoy sintiendo esta presencia porque esté en verdad allí o porque he caído presa de mi propia sugestión?

Y finalmente la respuesta apareció clara y definida. Debido a que en el ritual la magia es más efectiva cuando el mago suspende su escepticismo y cree total y completamente en la realidad mágica de Satán y sus legiones, y ya que tantas personas sienten esta presencia durante el ritual, entonces la respuesta es CREERLO... durante el ritual; NO CREERLO... fuera del ritual.

Tal y como fue descrito en La Biblia Satánica en 1969.




El anterior artículo es reproducido de “The Black Flame”.
©1997 The Black Flame
©1997 por Charles Nemo

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