El «trastorno Dexter», o por qué hay personas que no pueden expresar sus sentimientos.

Al menos un 10% de la población mundial padece alexitimia, un problema neurológico que dificulta interpretar y hablar de las propias emociones

La escena comienza así: Michael C. Hall(protagonista de Dexter) está con su pareja Rita en casa. Tras un día de trabajo por fin se sienta en el sofá junto con quién, a ojos de la sociedad,vive enamorado. Ella comienza a acurrucarse en los brazos de su novio mientras en la tele emiten la película de la noche. Incluso ella intenta besarle en el cuello. «Me gustaría que no hiciese eso. Es uno de esos rituales de apareamiento que no entiendo», piensa Dexter mientras sonríe complaciente y finge la mirada que pondría alguien que pudiera sentir. «Si tuviera corazón, se me rompería ahora», llega a pensar.

El protagonista de la serie de Showtime es quizá el caso más extremo (para algo es ficción). Sin embargo en la vida real hay gente que comparte esa falta de empatía y esa incapacidad de expresar sentimientos. En definitiva, hay personas que no pueden decir «te quiero».

Un informe de la Sociedad Española de Neurología (SEN)asegura que un 10% de la población mundial tiene problemas paraidentificar y expresar las emociones. Se trata de un trastorno neurológico conocido como alexitimia. Aunque a diferencia del protagonista de Dexter no experimentan comportamiento violentos.

«Los seres humanos somos capaces de sentiramor, odio, alegría, miedo, es decir, experimentar sentimientos y emociones, gracias a un cerebro que lo hace posible, tanto estructural como funcionalmente, así como a relacionar dichos sentimientos con estructuras que hacen posible su verbalización, sumaterialización en forma de palabra», explica Pablo Duque San Juan, Coordinador de la Sección de Neuropsicología de la SEN, en una nota de prensa. Y continúa: «Si se nace con alguna una anomalía en zonas cerebrales que se encargan de analizar y formular las emociones, o se produce alguna lesión queinterrumpa el circuito de conexión entre estructuras, es cuando se puede generar la imposibilidad de verbalizar e identificar sentimientos».

Un trastorno que puede ser hereditario, a consecuencia de un trauma emocional grave o por un desorden en el aprendizaje emocional. En el caso de Dexter podría ser –en caso de que realmente sufriera este trastorno– un ejemplo de un trauma emocional muy grave. La alexitimia además, en su grado más desarrollado, está relacionada con el autismo y el síndrome de asperger. Otra causa frecuente de la alexitimia primaria adquirida son los traumatismos craneales, ictus, o tumores cerebrales.

El investigador Jason Thompson, autor del libro «Emotionally Dumb: An Introduction to Alexithymia», diseñó en 2005 un cuestionario para calibrar de una forma sencilla quién puede padecer alexitimia. Un test a responder de la manera «más rápida y natural posible» que arroja los resultados de «Ausencia de alexitimia» (por debajo de 94) «Posible alexitimia» (entre 95 y 112) y «Alexitimia» (por encima de 113).
Alexitimia no es igual a ser asexual

Este porcentaje tan amplio de la población no debe ser confundido con las personas que se declaran asexuales (entre un 3 y 5% en el mundo). Así lo aseguran voces autorizadas como la psicóloga Lori Brotto en el libro escrito por Pere Estupinyà «La ciencia del sexo».

La asexualidad es una orientación sexual como cualquier otra. Incluso las personas de esta condición se enamoran aunque sin sentir interés por las prácticas sexuales, lo cual no evita que no tengan fantasías en su intimidad. Como explica la psicóloga Ana Muñoz en la web Cepvi, una persona no es asexual si el desinterés por el sexo o la falta de deseo se debe a alguna enfermedad física o mental, ya que de esta se puede recuperar.

Hay que diferenciar, por tanto, entre la alexitimia (un trastorno) o ser asexual (una condición más). En la primera, las dificultades de interpretar y verbalizar los sentimientos impide en algunos casos decir «te quiero». En la segunda, los sentimientos del amor romántico se revelan igual que en cualquiera. Aunque al final, como diría Pessoa, «todas las cartas de amor son ridículas. Si no fueran ridículas no serían cartas de amor».

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